Las placas y los bozales fueron inventados por
Adolphe Jacquesson, un fabricante de champán de Châlons-sur-Marne que registró
la patente el 11 de noviembre de 1844. Con anterioridad, los tapones se fijaban
a la botella mediante un cordel.
Parece que la primera motivación de Jacquesson a la hora de inventar la placa y
el bozal fue la económica. En aquella época, la porosidad de los tapones
permitía que a menudo se escapara una parte del líquido y del gas. El champán
se oxidaba y perdía sus calidades. Jacquesson se decidió a usar tapones de un
diámetro y de una longitud superiores a los de los habitualmente utilizados,
por lo cual tuvo que inventar también una máquina que le permitiera
introducirlos a la fuerza dentro del cuello de las botellas.
Resuelto este primer problema, pero, subsistía el
hecho que con la humedad de las cavas, las ataduras de cordel que aguantaban
los tapones muchas veces se pudrían y los tapones saltaban expulsados por la
presión del gas, lo cual pasaba también por los cambios de temperatura y las manipulaciones
de qué eran objeto las botellas.
Entonces, Jacquesson tuvo la ingeniosa idea de sujetar los tapones mediante una
placa de metal y un bozal. Se fijó en las placas de hierro blanco que se
utilizaban como reflectores para iluminar las cavas, cogió algunos de
deslustradas que eran inservibles, las hizo cortar en círculos de la misma
sección que la parte superior de los tapones y las fijó a la botella mediante
alambres que sustituían los cordeles.
Según señala el inventor en la memoria descriptiva
de la patente, estaba previsto que las cápsulas pudieran ser de estaño cobre,
latón y de cualquiera otro material rígido, como terracota, porcelana, madera
dura, marfil, hueso, cuerno o cuero cocido. La misma memoria señala que el estaño
es el material que parece reunir las mejores condiciones de economía y de
inalterabilidad.
Jordi Viader