Dentro de
esta continuada "operación nostalgia" en que solemos vivir muchos de
los coleccionistas que hemos superado los cuarenta, el mundo del niño, suele
ocupar un lugar de preferencia. La infancia suele ser recordada -con todas las
excepciones que se quieran- como una etapa feliz e irresponsable que a medida
que pasan los años tendemos a idealizar todavía más. Es por eso que después de
haber perdido muchas de las presencias humanas que nos rodeaban durante
aquellos años, aspiramos a recuperar los objetos.
Y qué objetos más significativos que los juguetes? Aquel Mecano que excitaba nuestra imaginación y ponía a prueba nuestra capacidad de dominar el espacio tridimensional...
Aquellos Juegos Reunidos que ayudaban a pasar tediosas tardes de domingo de
televisión franquista y misa vespertina... Aquella Cheminova que nos permitía experimentar más allá de las
curiosidades científicos, quemando pólvoras y fuegos de artificio caseros...
O
el robot que se sabía todas las respuestas?
Para otros el recuerdo se focaliza
ninguno el tren eléctrico o más a menudo de cuerda, de la mítica casa Payá, a quien se debe de aquel recordado slogan que se convirtió en una incitación, no
por involuntaria menos evidente, a la erección: "Tren Payà, tren payá... trempa...ya!"
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